CHE, HABLEMOS DE VOS.
Cumplirías 92 este domingo. Un otoño bastante especial para cumplir años. “Te saludarían en un telecumpleaños?”… No creo, pensé mientras buscaba inspiración en la humorada para escribir una nueva crónica sobre el aniversario del nacimiento de Ernesto Guevara de la Serna. La de este año, en plena pandemia. A pesar del contexto, sin dudas la fecha preferida para escribir sobre él. El 8 de octubre siempre tiene sabor a derrota.
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Estoy convencido de que te hubiera molestado muchísimo esto de las efemérides sobre tu persona, pero no podía faltar este aniversario. Vos también, che, levantando el arco de las cejas con la vista clavada en el teclado. Si te hubieras quedado con tu título de médico a trabajar con el doctor Pisani en su laboratorio, pinchando ratas y descubriendo la cura de alguna alergia. Seguro hubieras sido un gran investigador por lo metódico y obstinado que parece que eras. O te hubieras quedado con su amigo Alberto en la tentadora Caracas de los 50, donde se hubieran divertido de lo lindo. Pero volviste a terminar la carrera de medicina en la UBA, y así volver al ruedo. Lo dijiste y lo cumpliste, como muchas de las cosas (no todas, lamentablemente) que emprendiste. Metiste una pila de materias en un año y medio, y te recibiste. “Acá tenés, pelotudo”, le dijiste a Calica, tu amigo de Alta Gracia con el que hiciste tu último viaje como Ernesto. Ya no en una bicicleta o en una moto, ni embarcado tampoco, sino en tren. Claramente tenías mayores urgencias y más certeza en la búsqueda.
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Y por suerte para muchos, ya no tuviste retorno. Y ahí se me viene el recuerdo de una de las tantas charlas con uno de tus hermanos, Juan Martín, donde ambos coincidimos con que a vos te gustaban todos los medios de transporte que no tuvieran marcha atrás. Y así fue tu vida. Por eso festejamos tu cumpleaños, hace 52 sin su “querida presencia”. Pero eso sí: seguimos hablando de vos, perdón, de Usted Comandante… bah! de vos, che.
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Personajes de esa talla siempre apostaron a lo cualitativo más que a lo cuantitativo, en un intento de dar con lo profundo. Los tipos como vos, déjame tutearte una vez más, viven mucho en poco tiempo. Y un puñadito como vos, Ernesto, son eternos. Así que seguirás cumpliendo años hasta que los mortales que insistamos en que tus utopías sigan vivitas y coleando. Y si no, fijate vos, que hace pocos días en Buenos Aires, un grupúsculo de fachos trasnochados (o amanecidos, nunca se sabe en estos tiempos) amenazó con juntarse para enfrentar al comunismo que se viene! Ni a García Márquez se le hubiera ocurrido!
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“Qué lástima no haber podido entrevistarte”, repetí una vez más, harto ya de escucharme maldecir lo mismo. Qué le vamos a hacer! me dije con la misma complacencia de siempre ante el hecho objetivo de haber nacido el año en que lo mataron. En principio, imposible y después… quién sabe! no fueron muchos los que pudieron hacerlo. El peso de tu presencia iconográfica ya en vida, tus capacidades intelectuales tan desarrolladas como la ironía, te hacían un personaje difícil para reportear aunque portaras una sonrisa. Siempre me conformé con las entrevistas a muchos y muchas de tu entorno más íntimo, familiares de aquí y de allá, amigos, compañeros y compañeras que combatieron junto a vos en la guerrilla en los distintos campos de batalla, recorrer muchas de esas geografías y haber escuchado verdades y mentiras, amores u odios… Con toda la subjetividad que da la mirada de los otros y, por supuesto, la de este cronista. “Esto algún día, lo tenemos que escribir”, me decía el viejo Méndez al salir de esas casas, paladares u oficinas recónditas en Cuba, o nuestro país, emocionados, tras el encuentro con algunos de los hombres y mujeres del mondo Che. Héctor, un amigo y dirigente del sindicato con el que fundamos el museo La Pastera en el 2008, fue coprotagonista de varias de estas crónicas de viaje. A veces una promesa sirve para darse el coraje que falta, y así cumplir. “Guevarianas?, buscando un título. “Crónicas Guevarianas”, mejor.
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Nació en Rosario el 14 de junio de 1928... Hay quienes dicen que nació otro día, pero qué importa cambiar el signo del zodíaco para un materialista dialéctico! El papel que firmó su padre en el Registro Civil de la “Chicago argentina”, junto a un brasileño chofer del taxi y un pariente de profesión marino, dice eso. (Voy a buscar el facsímil de la partida de nacimiento para no errarle). Lo que sí está bueno recordar que ese destino rodante nació con vos de la mano de tus jóvenes y particulares padres, desde su gestación en plena selva misionera. ¿Qué hacían ahí dos porteñitos de clase media en el norte de la Mesopotamia?”, pensé como buen provinciano. No me tengo que dispersar!, a los gritos. Ernesto Guevara Lynch, un personaje tan maravilloso como audaz, armó un proyecto yerbatero con un primo, y Celia de la Serna, sin dudas muy enamorada, lo siguió a Caraguatay. Pero una vez que el embarazo avanzó y en búsqueda de condiciones para el parto, se subieron a una clásica embarcación tipo “Mississippi” y navegaron por el Paraná hasta Rosario. Allí un pariente de tu viejo, los recibió y alojó en el departamento de la calle Urquiza. Bien. Ya empieza a tener los caracteres suficientes y no cansar. No se sabe a ciencia cierta si nació en ese mismo lugar (cosa que se estilaba entonces… como ahora!) o en un hospital. (Esto lo tengo que mejorar con más información. Después la buscaré).
Tampoco importa dónde nació exactamente! Se me viene el recuerdo cuando estuvimos de visita en ese departamento de la calle Urquiza y Entre Ríos invitados por un camarada rosarino del Partido. ¿Y si armo un video en un lugar de una crónica?, pensé. ¿Dónde estarán esas imágenes? Sería ad hoc, sin duda. Busqué en los discos rígidos y nada. Recordé al equipo con los que había ido a producir un documental sobre un militante social local asesinado en el 2001. Llamé a Alejandro (los camarógrafos siempre guardan material en crudo) y me recordó lo que pasó ese día. Llegamos al departamento, señalizado oficialmente con un cartelito, con timidez histórica pero con gran astucia a la hora de venderle espacio publicitario. Bien pertrechados con cámaras, luces y micrófono, llegamos y… sorpresa! no se podía filmar a raíz de un quilombo con el consorcio del edificio, muy oligarcón. Así que volvamos al texto, video no habrá. Concentración! grité. Era de Rosario la anécdota… Tampoco fue importante recorrer un departamento vacío con fotos y algunos muebles de época. Nada más, y cerrado al público, mucho menos. La saco después cuando edite al final (ya lo dije más de una vez).
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Lo que estamos celebrando es que nació un pibe como vos Guevara, repetía. Con todas las fichas en contra, con un asma profundo y crónico desde muy pequeño, escribí. Gracias al ADN de tus ancestros medio irlandeses y vascos (figúrate! diría un cubano) y tu búsqueda de conocimiento y de autoformación en el camino… y la vida misma, no? hiciste lo que hiciste… contra todos los pronósticos, pensé como periodista deportivo.
“Y es así Guevara, seguimos pensando esas ideas que empezaste a construir. Y seguimos admirando tu osadía para morir como viviste, como dice el trovador cubano. Siempre tuviste caminos alternativos para seguir. Pero a vos te gustaban los desafíos. Y de los grandes. Desde aquella bicicleta con motor por las rutas argentinas, arriba de un barco por el Atlántico, en una moto o haciendo dedo en la ruta en cualquier lugar de nuestro continente, vos elegiste tu destino”… mientras tipiaba detrás de un hilo que me condujera a la efeméride que tenía que publicar. “Y puso todo”, me dije en voz baja. “Cuando hubo que vivir, viviste a mil, y cuando hubo que perder la vida, lo hiciste luchando por lo que creías”.
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Fue enfermero, mano de obra barata en todos los rincones de la nuestra querida región como tantos millones, vendedor ambulante, fotógrafo callejero y profesional, incluso médico… y te subiste a un barco con un grupo de jóvenes cubanos, que te llamaban “Che”, no “el Che”, sino sin artículo, como en la firma de los billetes cuando fuiste presidente del Banco de Cuba.
Su argentinidad, los pocos recursos como estudiante, como viajero o como combatiente, hicieron del mate una de sus preocupaciones recurrentes. Son innumerables las referencias en tus cartas al respecto. Tener o no tener yerba… esa es la cuestión! Tanto que a veces me preocupa que los uruguayos disputen nacionalidad. La cumparsita la resignamos, pero al Che, ni a los cubanos se lo entregamos, en voz alta ahora sin preocuparme por los vecinos. De todos modos, qué importaría si fuera uruguayo, cubano o congoleño, cuando hablamos de un internacionalista de su porte. Pero nos gusta que seas argentino a los que nacimos por estas tierras. A los bien nacidos, por supuesto.Te admiramos por eso Che, porque sos todo eso que nos falta. Coraje, para dejarlo todo por un sueño. Valentía, no sólo para enfrentar una balacera, sino para enfrentar las propias mierdas individualistas y así pegar un salto. Coherencia, para dar la vida por todo lo anterior.
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“Pero se creen que es Superman” me dijo una de sus hijas, Aleida, parafraseando a los cubanos que lo siguen idolatrando como tal. Pero sin duda fue uno de esos tipos que sentía las injusticias como propias y se las jugaba para cambiarlas. Sin capa para volar, pero sí con utopías para elevarse… sin rayos láser pero con el coraje necesario para combatir, y en varias ocasiones, vencer al enemigo. Y la batalla, finalmente, la ganaste Ernesto. Porque pudieron asesinar al guerrillero, pero no pudieron con tu ejemplo, con tus ideas. Allí donde alguien crea que algo es injusto, desde los reclamos más diversos en cualquier lugar del planeta… y hasta en uno de los “trapos” de una hinchada de fútbol, pensó. O tatuado en el brazo del Diego! (Si lo leen en otro país, entenderán quien es “el Diego” / Revisarlo antes de enviar). Más allá de engrosar el ranking de los grandes mitos de esta humanidad, tejiste ese hilo, bien rojo, que nos une a los que soñamos una sociedad más justa. Seguro que no vamos a poder ser como vos, como dice el eslogan. Espero que nos sirvas para ser mejores ejemplares dignos de esta especie por la que diste la vida detrás de una utopía que la hiciera más humana. Este es el cierre seguro. Va por ahí.
(CrónicasGuevarianas000.doc x Darío Fuentes)