El viaje de Ernesto por el norte argentino
En 1950 Ernesto Guevara emprendió una travesía hacia el norte argentino que lo llevaría por 12 provincias de nuestro país. Recorrió más de 4.500 kilómetros en una bicicleta motorizada con la que atravesó sierras, valles, salinas, yungas y montañas escarpadas. Además de su diario, dos publicaciones dan testimonio del viaje: una nota en un diario y una publicidad en una revista deportiva.
El primero de enero de 1950 Ernesto Guevara se entregó a una aventura incierta: recorrer el norte del país a bordo de su bicicleta motorizada. Según anotaría en su diario de viaje, la meta inicial tenía el modesto objetivo de llegar a la localidad de Pilar, donde pasaría la primera noche. Una vez alcanzado ese punto, confió en que podría cumplir con el resto del itinerario propuesto. Se trataba de una travesía que incluiría provincias como Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy. De este viaje, anterior a su primer recorrido junto a Alberto Granado por Latinoamérica, el equipo de investigación de La Pastera participó de la recuperación de un documento que, además de su diario personal, atestiguan este raid por las rutas argentinas.
A mediados de 2008, al poco tiempo de inaugurarse el Museo del Che en San Martín de los Andes, el equipo dirigido por Héctor Méndez y Darío Fuentes se entregó a la tarea de rastrear testimonios y documentos sobre la vida del joven Ernesto. En ese proceso, que contó con la asesoría del Centro de Estudios Che Guevara de La Habana, se pudo obtener el facsímil de la edición del diario tucumano “Trópico”, correspondiente al 3 de febrero de 1950. En ella se dedicaba un breve artículo al paso del Che por tierras santiagüeñas. En su libro “Mi hijo el Che”, el padre de Guevara transcribió parte de su diario de viaje, donde Ernesto señalaba a su paso por Santiago: “aquí se me hizo el primer reportaje de mi vida para un diario de Tucumán, y el autor fue un señor Santillán, quien me conoció en la primera parada que hice en la ciudad.”
Este material, al igual que los manuscritos de juventud del Che, forma parte de las huellas que el joven Ernesto dejó en nuestro país. Su hallazgo es un elemento más para entrar en contacto con la personalidad en formación de quien sería un futuro líder revolucionario. Como señala María del Carmen Ariet, Coordinadora Científica del Centro Che de La Habana, en este viaje “ya hay una percepción que lo marca desde el punto de vista social y humano”. Ese punto de vista puede reconstruirse a partir de su diario, donde apuntaba: “¿que veo yo? Por lo menos no me nutro con las mismas formas que los turistas […], no se conoce así un pueblo, […] su alma está reflejada en los enfermos de los hospitales, los asilados en las comisarías, o en el peatón ansioso con quien se intima”.
El viaje por el norte argentino fue para el Che parte de un proceso de búsqueda, un intento de conectarse con otras realidades y de encontrar su lugar en el mundo. Durante este recorrido también visitó una leprosería de la ciudad cordobesa de Francisco del Chañar, donde trabajaba su amigo Alberto Granado. Esta experiencia, al igual que una breve práctica como médico asistente en el hospital de la ciudad de Salta, fue delineando una profunda sensibilidad por lo social. Es por ese motivo que sus viajes fueron algo más que una seguidilla de aventuras. Sin embargo, para 1950, la historia del joven que recorrió media Argentina en una bicicleta motorizada impresionó a la empresa fabricante del motor. Fue así como Ernesto participó de una publicidad de Micrón (la marca del motor que había utilizado) en la revista El Gráfico, en su edición de mayo de 1950. Un ejemplar de esta publicación deportiva fue rescatado del olvido por el equipo de La Pastera y hoy se forma parte del archivo del Centro de Estudios Che de La Habana.