"La Pastera donde durmió el Che"
En la edición de marzo de este año, la revista "Caras y Caretas" publicó una nota sobre el museo y la Semana del Che de este verano pasado, donde contamos con la presencia de Loyola Guzmán (integrante del ejército que comandó el Che en Bolivia) Ramiro Guevara (CelChe de Rosario) y Julio Fuentes, secretario general de ATE.
“El camino serpentea entre los cerros bajos que apenas señalan el comienzo de la gran cordillera, y va bajando pronunciadamente hasta desembocar en el pueblo, tristón y feucho, pero rodeado de magníficos cerros poblados de una vegetación frondosa. Sobre la estrecha lengua de 500 metros de ancho por 35 kilómetros de largo que es el lago Lacar, con sus azules profundos y los verdes amarillentos de las laderas que allí mueren, se tiende el pueblo, vencedor de todas las dificultades climáticas y de medios de transporte, el día que fue descubierto como lugar de turismo y quedara asegurada su subsistencia.
El primer ataque contra un dispensario de Salud Pública falló completamente, pero se nos indicó que podíamos hacer parecida tentativa en las dependencias de Parques Nacionales, cuyo intendente acertó pasar allí y nos dio enseguida alojamiento en uno de los galpones de herramientas de la citada dependencia. Por la noche llegó el sereno, un gordo de 140 kilogramos bien medido y una cara a prueba de balas, que nos trató con mucha amabilidad, dándonos permiso para cocinar en su cuchitril. Esa primera noche la pasamos perfectamente, durmiendo entre la paja de que estaba provisto el galpón, bien abrigados, lo que se hace necesario en estas comarcas donde las noches son bastantes frías”.
Quien escribió estas memorias a fines de enero de 1952 fue Ernesto Guevara. Un mes antes se había subido a la moto Poderosa II en Córdoba junto con su amigo Alberto Granado para atravesar la costa atlántica, más al sur Choele Choel y Piedra del Águila, hasta llegar a San Martín de los Andes, el pueblo al que hace referencia en su cuaderno de viaje. Luego de recorrer por algunos días la zona, Guevara y Granado continuaron rumbo a Bariloche, Santiago de Chile, Bolivia, Perú, San Pablo, Bogotá y Caracas, desde donde el Che regresó para finalizar su carrera de Medicina.
Cuando en 1997 se cumplieron 30 años de su muerte, los trabajadores del parque nacional y el sindicato Asociación Trabajadores del Estado (ATE) propusieron hacer del galpón un espacio de homenaje. El proyecto implicó viajar a Cuba para reunirse con Aleida March, segunda esposa de Guevara y máxima autoridad del Centro de Estudios Che. Dos años después, Granado voló desde La Habana a San Martín para reconocer aquella acopiadora de pasto que lo alojó casi cincuenta años antes y brindar testimonio sobre la travesía. Finalmente en 2008 el instituto que encabeza Aleida aportó testimonios, facsímiles, fotos y audiovisuales que nutrieron La Pastera. Así se denominó el museo inaugurado el 20 de junio de aquel año, hoy administrado por ATE.“
La Pastera, como herramienta para mantener viva la memoria del Che, tiene como búsqueda que la gente conozca el pensamiento de Guevara. Nosotros rescatamos su viaje por Latinoamérica para conocer otra realidad y desde allí desarrollar conciencia. Intentamos rescatarlo como ser humano, no como mito. Al niño, al joven; con sus aciertos y errores. En definitiva eso lo hace imitable”, explica Darío Fuentes, coordinador nacional del museo.
A lo largo de su corta existencia, La Pastera trascendió sus fronteras para interactuar con la comunidad local. Allí se desarrolla, por ejemplo, el programa de alfabetización cubano Yo Si Puedo. Desde este año, además, los primarios y secundarios incorporaron en su cronograma lectivo la visita al museo, donde se despliegan actividades musicales, de títeres, plásticas, cinematográficas, literarias y talleres de todo tipo. “Es una forma de apropiación que hace el Estado de La Pastera”, reconoce Fuentes, “y está muy que así sea”.
Impulsado por el ministerio de turismo de la nación, el museo forma parte de Los Caminos del Che, un programa que nuclea a los espacios que rinden tributo al guerrillero. Como por ejemplo, la casa donde vivió Guevara en Caraguatay (Misiones), en Alta Gracia (Córdoba) y el Centro de Estudios Latinoamericanos Che de Rosario que dirige Ramiro, hermano del comandante por parte de su padre. El cuarteto ha confluido en varias oportunidades y lo hará en un prometedor homenaje en 2013, cuando se deposite en el memorial de Santa Clara donde descansan los restos del Che, un puñado de tierra de las cuatro localidades argentinas.
La relación de La Pastera con el mundo guevariano es intensa. Además de estrechar lazos con Aleida y Granado, el museo recibió la visita de Aleida Guevara, hija del Che, de Calica Ferrer, compañero de ruta en su segundo viaje por América, o de Juan Martín Guevara, su hermano menor, padrino además del programa nacional de turismo. En 2009 Antonio Peredo, hermano de Inti y Coco, combatientes del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia (ELN), le regaló a La Pastera una de las dos mil réplicas que hicieran los gobiernos cubano y boliviano del diario del Che, documento totalmente digitalizado que hoy puede leerse en el museo por intermedio de una pantalla táctil.
Todos los años, para fin de enero, La Pastera conmemora la visita que aquellos jóvenes veinteañeros hicieran a principios de los ’50 con el nombre Semana del Che. Durante las últimas jornadas, se realizó un homenaje al recién fallecido Alberto Peredo; se inauguraron dos muestras fotográficas y un cartel que señaliza a La Pastera en pleno centro de San Martín de los Andes; y se invitó a Ramiro Guevara y Loyola Guzmán, ex combatiente del ELN de Bolivia y activista de derechos humanos.
Muy interesante es la militancia de Loyola. Ingresó a sus 24 años a la guerrilla hasta que fue detenida en La Paz, donde intentó suicidarse como vía de escape de las garras represoras. En su alocución, recomendó que para conocer al Che es menester leerlo, estudiarlo y luego interpretarlo. Se explayó asimismo en la relación del PC boliviano y el Che: “Dentro de la Federación Juvenil Comunista en la que militaba, muchos compañeros creíamos que, en el marco de un gobierno represor y de un descontento social fuerte, existía un ambiente propicio para la lucha armada de guerrilla rural. Mario Monje, el secretario general del partido, fue al encuentro con el Che el 31 de diciembre y 1 de enero de 1966/1967, y dejó pues en suspenso su participación en la lucha. Incluso nos dijo a los militantes comunistas que estábamos integrados a la guerrilla: ‘Se quedan o se van con el partido’. Pero ningún compañero decidió irse”.
¿Cómo conoció a Guevara? -le preguntaron. “A principios del ’67 nos reunimos con el Che. El nos planteó que era importante empezar la lucha armada rural en esta parte del continente. Que no había hasta entonces jefes en el ELN, sino que saldrían de los mejores combatientes en la práctica, pero que él sí era el único, como se lo dijo a Monje, porque había tenido mayor experiencia militar. Dijo a su vez que la lucha también tenía que existir en las ciudades, tarea cuya logística se me encomendó tras la visita. Y siempre repetía que su meta no era sólo Bolivia, sino la Argentina y el continente. Una cosa que me impresionó era su humildad frente al desconocimiento sobre la revolución cultural china. Nos dijo que no había tenido tiempo para estudiarla y profundizarla”.
¿Por qué es importante rescatar la memoria del Che? –repreguntaron. “Porque es un modelo de persona a seguir. El fue un hombre consecuente entre su teoría y su práctica, aunque muchos no estén de acuerdo con lo que quería. Pero fue un hombre íntegro que quiso construir una sociedad diferente. Pienso que ese es el legado del Che”.